Versos finitos...

para universos infinitos.

11 de marzo de 2017

Y morir

Odio cuando empiezo a confundir los malos días con todos los demás. Y sentir que vuelvo a empezar.
Pero que nunca acabo.
Odio las taquicardias de domingo, sobre todo cuando no es domingo.
Y que ya no me guste quedarme más sola.
Odio haber cambiado sin haberme dado cuenta, ahora me hundo infinitamente antes, infinitamente más.

Ahora, todo lo que me ha ido haciendo fuerte, me mataría.

Si no lo ha hecho ya.

14 de febrero de 2017

[ ]

El vacío de no saber llenarlo. El de no querer. El de no poder. El vacío de la rabia, de la decepción. El vacío de no poder explicarlo, ni a quién.

El vacío.

Me vacío.

  • Hasta que ya no.

23 de marzo de 2016

Sufixia

Que ahora su corazón olía como una habitación de motel.
De los antiguos.
Con moqueta y en los que aún se fumaba.
Tan cerrado.
Asfixiado.

9 de febrero de 2016

Se queda atrapada en las carreteras y los cafés hirviendo. En el miedo y las vías de tren.  En el tiempo. Se queda atrapada en las palabras y en lo que se duele. En el frío constante y querer huir. En contener las ganas de llorar. En no hacer sufrir.

4 de octubre de 2015

Las chicas tristes...

Hay chicas que tienen un halo de tristeza a su alrededor, y no pueden librarse de él aun y cuando no estén tristes. Simplemente está ahí. Flotando, rodeándoles. Como una presencia. Inevitable. Vigilante. Cuidando de que no sean demasiado felices para que cuando dejen de serlo, puedan soportarlo.

Y les hace tristemente especiales, casi bonitas. Les cubre de esa especie de fragilidad que parece alertar a quienes entran en contacto con ellas. Y les cuenta que tengan cuidado, que no les hagan demasiado daño y es cuando, por temor a hacerlo, huyen y entonces lo hacen.

Las chicas tristes son como una tarde de domingo. Son un poquito septiembre cada día. Y a veces hasta les gusta serlo. Melancolía a punto de estallar. Drama en una balsa que es a ratos azul. No les da miedo morir, porque ya lo han hecho antes. No confían en la suerte pero estiran las casualidades hasta una especie de magia que inventan para ellas mismas.

Y no pueden evitarlo pero sólo saben alimentar esa tristeza, porque están conectadas, es su fuente de energía. Su nueva droga.
 Y es que son esas chicas que lloran cuando les dicen algo bonito, esas que te pueden hacer sonreír en bajito sin que sepas por qué. Y rozarte con media palabra. Porque las chicas tristes querrían tener mucho que decir, pero apenas dicen. E incluso a ellas les asusta.

Por eso, no pueden deshacerse de su halo de tristeza, ni reconocer en alto que necesitan algo. O a alguien. Porque quedarían demasiado expuestas a quiénes, pese a querer, no podrían hacer nada al verles entristecer. Sólo apagarse con ellas, en el limbo de una de sus medias sonrisas. Y ninguna de ellas querría eso para nadie.

Porque las chicas tristes en realidad, y esto es un secreto, no están tristes pero no saben cómo dejar de serlo.




6 de septiembre de 2015

Babel

Una vez conocí a un hombre que sabía callarse en más de cien idiomas.

Nunca he vuelto a aprender tanto de alguien.
Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.